Daniel Goleman causó impacto en 1995
con su obra Inteligencia Emocional,
que ha sido un best seller en
diversos países. Este fenómeno social induce a reflexionar sobre las
necesidades emocionales que no están satisfechas. A mediados de los años
noventa el clima social era apropiado para recibir con los brazos abiertos una
obra de esas características. Pero hay unos antecedentes que conviene recordar.
Conviene insistir en la que la
psicología humanista puso un énfasis especial en la emoción. Siendo buenas
muestras de ello las obras de Allport (1937), Rogers (1942, 1951, 1961), Maslow
(1963, 1982, 1987), Fromm (1986, 1993) etc. También cabe recordar las
aportaciones de algunos representantes de la teoría del yo, que evolucionaron del psicoanálisis a posturas que
se pueden considerar como humanistas; entre estos últimos cabe destacar a Karen
Horney, Harry Snack Sullivan y al mismo Eric Fromm. Todo esto supone un
sustrato importante para lo que posteriormente será la inteligencia emocional.
Un concepto de amplio alcance como
la inteligencia emocional no surge por azar. Son muchos los factores
antecedentes que propician su eclosión en un momento dado. Entre estos muchos
factores, consideramos oportuno recordar las aportaciones de la terapia
emocional, es decir, la que se ha centrado en los trastornos emocionales como
por ejemplo la psicoterapia racional-emotiva de Ellis, ciertas terapias
cognitivas (Beck, Meichenbaum), etc. También las aportaciones de los
investigadores de la emoción, que han elaborado lo que conocemos como teorías
de la emoción (Plutchik, Izard, Frijda, Buck, Lazarus, etc.). Especial
relevancia tienen los recientes descubrimientos en el marco de la neurociencia
(Mora, 1996) y del cerebro emocional (LeDoux, 1994, 1996) Todos estos
antecedentes remotos van a propiciar el surgimiento de la inteligencia
emocional a mediados de los noventa.
Un antecedente directo es Gardner
(1995) que, en su teoría de las inteligencias múltiples, distingue siete
inteligencias: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística,
espacial, interpersonal e intrapersonal. De ellas, son la inteligencia interpersonal y la intrapersonal las que tienen que
ver con la inteligencia emocional. Parece ser que Goleman tuvo de director
de tesis doctoral a Gardner, el cual de alguna forma le puso obstáculos para
emplear la expresión “inteligencia emocional”, ya que de alguna forma podría
contradecir su teoría de las inteligencias múltiples, y en concreto la
interpersonal e intrapersonal. Una vez liberado de las restricciones académicas
publicó su obra con el título de Inteligencia
Emocional.
Sin embargo, el término de inteligencia emocional no lo crea
Goleman, sino que procede de Salovey y
Mayer (1990). Según estos autores la inteligencia emocional consiste en la
habilidad de manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y
utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones.
Goleman (1995) recoge este concepto y lo divulga.
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