Autoras: Lorena Cano Vázquez, Natalia Castuera Flores y Esmeralda Cano Vázquez Máster Meso 2012/2013

"Las lecciones emocionales, incluso los hábitos más profundamente incorporados del corazón, aprendidos en la infancia, pueden transformarse. El aprendizaje emocional dura toda la vida". Daniel Goleman

sábado, 19 de enero de 2013

El impacto de las emociones


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El impacto de las emociones


ROSALINDA WEISZ/REFLEXIONES | 12/14/2012, 4:41 p.m.

Nadie puede poner en duda la estrecha relación existente entre la vida emocional y la salud física. Numerosos estudios han señalado la incidencia de los sentimientos en el funcionamiento del sistema inmunológico.
Es sabido que el estrés que se produce, por ejemplo, ante la exigencia de hacer una presentación en el trabajo, puede duplicar la severidad de un episodio alérgico durante los dos días inmediatos, y que la descarga del llanto es beneficiosa, ya que las lágrimas nos liberan de hormonas tóxicas.
Asimismo, se puede comprobar que una discusión fuerte con la pareja que dure aproximadamente 30 minutos, puede reducir la capacidad del cuerpo para sanar, y que expresar sentimientos amorosos reduce los niveles de colesterol. Si las emociones pueden afectar de tal modo la salud, se hace evidente que el modo en que hemos vivido las experiencias pasadas será un factor importante en el establecimiento del bienestar físico.
En su práctica actual, los médicos tienen en cuenta esta correlación y recomiendan los tratamientos de psicoterapia cuando, tras una investigación profunda, se reconoce la presencia de factores emocionales como disparadores del síntoma.
La salud se ve afectada entonces de esta manera: sabemos que altos niveles de cortisol (la hormona producida por el estrés) tienen efectos negativos sobre el cuerpo (aumento de peso, presión alta, colesterol elevado, envejecimiento prematuro). Por otra parte, muchas investigaciones coinciden en señalar el origen emocional de los procesos inflamatorios relacionados con enfermedades tales como el cáncer y los problemas cardíacos. También queda claro que existe una relación directa entre las emociones y ciertas conductas riesgosas como fumar, beber en exceso, comer en exceso y la promiscuidad sexual.
De todo lo anterior surge la imperiosa necesidad de explorar nuestra historia familiar, nuestra "herencia emocional" (como la llama la autora Marcelle Pick) para desentrañar los patrones de reacción que influyen en nuestra vida y que quizás no hemos reconocido.
Sandra, una paciente inteligente y curiosa, se sorprendió al descubrir que sus respuestas frente a actitudes de su esposo tenían mucho que ver con los conflictos que caracterizaban a la relación con su padre autoritario. Cecilia, por su parte, pudo detectar que los dolores en su cuerpo representaban y coincidían con el abuso físico sufrido en la niñez.
Las fiestas y celebraciones próximas, que nos reúnen con familiares y amigos, ofrecen una oportunidad para tomar conciencia de reacciones emocionales que fueron establecidas mucho tiempo atrás, para observarlas e intentar una comprensión nueva y un manejo diferente de las situaciones difíciles que se puedan presentar.
Por sobre todo, no olvidemos el poder curativo de pensamientos positivos y sentimientos de gratitud por todo lo favorable que nos ha ofrecido la vida. Este tipo de sentimientos tienen un poder reparador.
La capacidad de regular las propias emociones y recuperarse rápidamente de los desafíos y mantener el optimismo, son factores clave para vivir una vida sana. Recordemos que "la dicha y la desdicha no dependen tanto de los avatares de la vida como del significado que les damos".
Weisz es psicoterapeuta en Dallas. Puede contactarla en reflexiones_rw@hotmail.com o en el 972-248-8416.

martes, 8 de enero de 2013

La Competencia Emocional

La educación emocional puede parecer para muchos una moda más, la ocurrencia de turno del gobernante que tiempo habrá para ignorar, para dejar, como hemos hecho otras veces, reducida a letra impresa en un boletín oficial, para así dedicarnos a lo “nuestro”, aquello que sí es de nuestra competencia, las materias de toda la vida que han sobrevivido y sobrevivirán a cualquier moda. Y, sin embargo, si algo nos compete, si en algo hemos ocupado nuestro tiempo, seamos conscientes o no, ha sido en la educación emocional. Podemos haber enseñado pocas o muchas Lengua y Matemáticas, podemos ser de Latín o de Física, podemos saber mucho o no saber nada de nuestra materia; explicar de una manera o de otra, hablar de más o de menos, pero lo que todos, todos, habremos educado o maleducado será emocionalmente a nuestros alumnos. Cada día, con cada gesto, con cada palabra, con cada tono de voz, con cada aproximación, con cada distanciamiento, con cada una de las actitudes e iniciativas que hallamos tomado hemos estado transmitiendo una emoción y hemos estado provocando una emoción. Nosotros no somos alguien pasajero en la vida de nuestro alumnado, alguien anecdótico, podremos jugar a serlo, pretender que lo somos pero nunca será así. La educación es, por encima de todo, un encuentro entre personas, con sus expectativas, con sus cargas vitales que a veces pesan como una losa en el proceso de aprendizaje, con sus sueños, con sus temores, con los complejos que a veces, sin querer, nos empeñamos en remachar como un clavo que creemos no suficientemente afianzado. Todo esto forma parte de la educación emocional y que esta es esencial en la educación.